Death Note es el anime más importante de lo que vamos de siglo (no el mejor aunque si de los mejores), este reconocimiento se debe a que logró una oleada de popularidad del medio a nivel mundial que no se veía desde Dragon Ball (es el programa más popular en MAL). Fue tal su efecto que gran parte de la comunidad Otaku más joven de la actualidad se inició con esta obra. Varias fueron las razones de su éxito cómo el poderoso carisma de sus personajes, acción manifestada en el diálogo, una idea tan atractiva como es la Death note o el competente uso de la estructura de una obra policiaca en el gato-ratón.
Todos estos detalles sumados a la pegadiza banda sonora o al diseño artístico tan oscuro como identificable le convierten en un anime competente, pero esto no explica del todo porque es tan adictiva o como sigue vigente diez años después, las palabras clave es RITMO. La serie maneja un ritmo envidiable, parece ir al 100% de velocidad sin embargo fijándonos en el accionar de los personajes podemos percatarnos de cómo la narración esta fríamente controlada.
Abordar esta característica sería apasionante sin embargo hay un excelente vídeo que ya lo explica muy bien, así que quiero concentrarme en el título del artículo, la consecuencia directa del desarrollo tan apresurado/cuidado de la serie. Abordaré que hace tan especial a Silencio, las razones para considerarlo el mejor episodio de Death Note, aclarando cómo pertenece a los instantes que la mayoría de fanáticos del anime recordamos con mayor emoción.
Por si quedan dudas, si, efectivamente habrá spoilers.
Silencio es un episodio diferente al resto del anime, su tono es más pesimista. Desde el inicio de la obra hemos estado emocionados por el actuar de Kira, la mayoría le apoyamos aún sabiendo que es un egocéntrico asesino y el antagonista de la historia, aprobamos cada una de sus maniobras con entusiasmo por moralmente inaceptables que sean y por eso en cada escena hay una energía salvaje, por eso el contraste en el tono de este episodio es tan notable.
El cambio es notable desde la primera escena, puesto que esta es un flashback sobre la infancia de L, intuyendo cómo este capítulo gira alrededor de su figura aún sin abordarlo de forma directa. La escena sugiere cómo L sigue siendo humano, uno que ha vivido especialmente sólo y que tristemente (afortunadamente para Light) no es invencible.
En la siguiente escena seguimos a L con sus deducciones mentales, algo que sería común en la serie excepto que esta vez adquiere un cariz distinto. Esta vez L realiza conjeturas cada vez más certeras sólo que se ven cortadas por la jugada maestra de Light, tal como él explica “quien hace las reglas controla al juego”. Es distinto porque esta vez no hay escapatoria, L se acerca a la verdad a la par que está indefenso, mientras Light mueve su última ficha.
El ambiente pesimista se torna más pesado con el regreso de Misa a su papel de Kira. No sólo por las diversas implicaciones que tiene a nivel narrativo sino por la misma presentación visual, Misa se personifica como la chica que sirve a Kira, una maid gótica. La secuencia abarca como ella va cantando en la ciudad mientras el montaje va intercalándolo con escenas de las muertes.
Este tipo de secuencias son comunes en el anime pero no en Death Note, a excepción de escenas musicalizadas y coordinadas con el trabajo de cámaras ninguna otra escena cuenta con música diegética cuya letra está directamente relacionada a la narración de la obra, referencias a un Dios que lo vigila todo, tan benevolente como severo.
En cuanto a narrativa, este hecho torna al programa más denso porque es la jugada definitiva de Light, tal como explica Rem, es la forma perfecta de eliminar a las dos mayores amenazas para asegurar su victoria. Quiero utilizar esta escena para abordar una de las características más reconocibles de la obra, la acción a través del diálogo.
Quien diga que la serie abusa de exposición no se equivoca en absoluto y si has leído mis reseñas (guiño oprime aquí guiño) sabrás que no soy de quienes tolera esta falla, no en vano en el medio audiovisual siempre ha primado la regla máxima “muestra no cuentes”. Sin embargo no condeno esto en Death Note, por el contrario, es la exposición más brillante que he visto en el medio.
Cómo esta obra no está centrada en acción física debe esforzarse en capturar la atención del espectador a punta de situaciones, para ello utiliza la dirección, volviendo a cada acción por insignificante que sea en todo un acontecimiento, el mejor ejemplo es la brillante escena de la patata. Así la exposición de Rem o cualquier otro personaje no se ve reducida a una explicación para el espectador sino en el conflicto principal, transformándose en la culminación del planteamiento de cada personaje, en este caso la brillante resolución de Light.
Light Yagami es de los personajes más fascinantes del medio, su capacidad de seducción y empatía es extraña entre los mismos homónimos (otros protagonistas) y es más especial considerando que es el antagonista, ni siquiera es un antihéroe sino alguien despiadado y tirano sin justificación. En este episodio vislumbramos hasta donde está dispuesto a llegar con tal de lograr su plan, utilizando a su beneficio a la única persona que le presenta auténtica devoción. Esto bien ha pasado antes pero no a un nivel tan descarnado ni certero.
De todas formas Light también es humano y este capítulo nos los recuerda mostrando una reacción muy propia de la humanidad, el arrepentimiento (aunque sea por breves segundos). Los instantes que comparte con L en la azotea del edificio son el más sombrío preludio de lo que va a acontecer y si el mismo contexto no fuera suficiente para manifestarlo también apelan al flashback del inicio para simbolizarlo.
L habla de las campanas de la iglesia, un recuerdo que el directamente asocia con la muerte y que augura con la propia, el momento de su derrota. No teme insinuárselo a Light, está al borde del abismo y sabe que ya no hay chance de escapar. Cuando se están secando y Light le limpia la cara a L es donde vemos su arrepentimiento.
Si la acción misma es inspirada por lástima hacia sí mismo o por honor a L nunca lo sabremos, sólo existe y es especial porque resulta intrascendente, no le genera ningún beneficio a Light y sabiendo que él actúa sólo por sí mismo no hay otra explicación más que un sentimiento profundo. Por cierto, la acción de secarse los pies es un acto famoso en el cristianismo y recordemos que la obra suele utilizar simbología cristiana.
Finalmente llegamos al momento, la muerte de L se da previo a la ejecución de un plan que hubiese desbancado a Light, el instante parece durar para siempre, Light lo coge entre sus brazos y le sonríe con su verdadero rostro y es lo último que observa L.
De aquí en adelante ya no está Light en la escena sino Kira, derrotado su mayor enemigo procede a continuar y asegurar su puesto. Matsuda lo sintetiza correctamente “sonaste como L”, recordándonos la vieja deducción que realizo este donde supuso que Light buscaba hacerse con su puesto. Al final todos sus temores se cumplieron, en esta ronda Kira ha sido el ganador.
Pero esta victoria dos la celebran, el resto del mundo está callado mientras llueve, sólo se escucha el Silencio.
A partir de este acontecimiento la obra ya es otra, para varios empeora en cuestión de calidad, aunque no soy de esta opinión, de hecho N me parece un magnifico sucesor y la segunda parte un clímax magnifico. De todas formas la mayoría suelen estar de acuerdo en que Silencio es el mejor momento de la obra, el factor decisivo, quien logro inmortalizarla. La fugaz victoria del mal.