Desde hace unos meses, está en boga la discusión acerca de las adaptaciones americanas de los grandes animes japoneses. En marzo de 2017 se estrena la edulcorada visión sobre la temática de Ghost in the Shell y 5 meses después, la versión americana de Death Note se une al panteón de las adaptaciones más odiadas; Lamentablemente esta historia solo se ha repetido, no están lejos los bodrios de Dragon Ball o Astroboy, y como eterna amenaza sabemos de las confirmaciones de Your Name, Cowboy Bepop, Naruto, junto con un larguísimo etc. Pero casi nunca hablamos del proceso inverso, de la re-imaginación nipona a alguna obra extranjera, y teniendo al tema adaptativo-americano en constante estado de debate, donde está siendo profundamente explorado y analizado, daremos una pequeña vuelta de tuerca. Hablaremos de la adaptación japonesa a un clásico europeo, Metrópolis película anime de 2001 de Metrópolis película muda de 1927.
Primero demarquemos el contexto, Metrópolis de 1927 no es solo un referente de la cinematografía europea sino del cine universal, detrás de su concepción tenemos a Fritz Lang, uno de los directores más influyentes gracias a su labor de pionero en un sinnúmero de técnicas tanto narrativas como visuales. Referirnos a la influencia respecto al género de la ciencia ficción resulta absurdo debido al inabarcable alcance de su huella, por nombrar a un pequeño ejemplo, el famoso androide de Star Wars C3PO está inspirado en el robot Maschinenmensch. Admirable su trabajo como faro del género sabiendo que en su día fue recibida con frialdad, la característica como largometraje de culto se fue asentando tras el paso de los años.
Por lo tanto es compresible que la adaptación anime de Metrópolis no aspire a conseguir el mismo impacto, en cambio se concentra en ser una buena adaptación. Aportar al universo de la historia original a través de su propia originalidad; Partiendo de ello comparemos las premisas: La original es la historia de un magnate quien se enamora de una chica, la japonesa trata de un chico de 14 años el cual se encuentra a un robot y (también) se enamora. Por supuesto esto es solo la premisa, ambas cuentan con ideas profundas que requieren del desarrollo y subtexto, aun así podemos percatarnos de una similitud, las premisas en su estado básico utilizan una relación emocional como punto central, para lograr formalizar el mundo alrededor de ellos.
El mundo donde se desarrollan las historias presentan las características de ser distópias. La original utiliza de principal referencia a Babilonia, enfocándose en la visión bíblica como la ciudad corrompida, hay una imponente torre de babel, grandes edificios enfocados como zigurats, todo cobijando a una sociedad guidada por el exceso, comandada por la opresión de un solo hombre. Por lo tanto el trabajo creativo de los animadores estuvo en llevar ese imaginado futuro del siglo XX a una idea moderna, evolucionan la apreciación respecto a la tecnología, al punto de volverla parte principal del discurso. Logrando así una ambientación a unos pasos del Cyberpunk.
Ahora es turno de aportar al discurso de la temática original, la lucha de clases. La original es una brutal critica a la ideas extremo-marxistas, presentándonos a la idealizada rebelión de los obreros, quienes en su afán de libertad destruyen los elementos que les mantienen. La adaptación continua con el desarrollo enfocado al nuevo siglo, resultando en una diferencia social expandida a tres bandas, trabajadores que han perdido su trabajo frente a las modernas maquinas, robots que han alcanzado un profundo grado de inteligencia pero siguen siendo subyugados y los ricos, cómodos en su frágil estatus social.
En lo relativo a los personajes, notamos que varios de la obra original son re-interpretados pero no transformados, tenemos al protagonista, un rol clave para lograr el mensaje de la película. A la chica motivo de discordia, consecuencia de haber sido víctima de la manipulación social, notamos la similitud entre ambas versiones al saber lo que representan, María es el símbolo de la esperanza y del engaño, en cambio Tima es la representación del exterminio y la inocencia. El líder de la Metrópolis, un ser frió ajeno al sufrimiento pero incapaz de ignorar a su hijo, o al creador del robot, un científico manipulador de oscuras intenciones, convirtiéndole en un villano escondido en la profundidad de las sombras.
Está claro que la labor de los guionistas de trasladar la simbología original ha sido sobresaliente, pero en cuanto al desarrollo de la historia, aquí es cuando trastabilla. La razón posiblemente sea su naturaleza de adaptación, porque jamás existirá una película capaz de acercársele. Por un lado tenemos a la época histórica de su concepción, mientras que la primera nace de una Alemania derrotada de la primera Guerra Mundial y temerosa al “monstruo” del comunismo, la adaptación intenta compensarlo usando el derecho de los robots, tema tan recurrente del final del siglo XX.
El problema radica en la falta de desarrollo de esa idea, el concepto se halla entremezclado a través de hilos secundarios encimado a otras temáticas (la identidad, la libertad, la humanidad), toda esta desconexión logra que nos resulte ajena esta lucha. Y esto puede llegar a ser inconcebible, porque si hubieran aportado basándose en el Japón contemporáneo marcaban una pauta, tal como Akira (Próximamente en un artículo) Al final la única quien logra brillar es Tima, en parte debido a su naturaleza dicotómica. Y digna mención al apartado sonoro, por lograr un final tan emotivo y perfectamente sincronizado a una vieja balada.
Metrópolis de 2001 es una película que cuenta con los suficientes atributos para ser llamada como una digna adaptación, en especial viniendo de un clásico cinematográfico universal. Aunque no se acerque a su grandeza, puede que esta sea la mayor de sus virtudes, no aspirar a un objetivo tan inalcanzable sino verse inspirados, estar listos para aportar y en especial a contar, contar una buena historia.